UNIDAD 4. NARRATIVA LATINOAMERICANA DEL SIGLO XX.




UNIDAD 4. Narrativa latinoamericana del siglo XX.


Gabriel García Márquez. Colombiano.

Los nuevos enfoques de la Narrativa Latinoamericana del siglo XX constituyen una apertura al mundo y su reconocimiento mundial. Su configuración forma parte de un proceso, no a un corte abrupto. Para lograr una aprehensión de estas nuevas formas y sus manifestaciones es preciso tener en cuenta las fluctuaciones literarias que se producen en el siglo XX en América Latina.
La Literatura Latinoamericana del siglo XX se divide en varias etapas:
  1. Narrativa realista hasta 1940. En ella se engloban las tendencias de la Narrativa Regionalista y de la Indigenista.
  2. La Nueva Narrativa. En ella hay una primera etapa de renovación narrativa desde 1940 a 1960 y una segunda etapa de consolidación de la Nueva Narrativa y la explosión del fenómeno del Boom literario de los años 60'.
  3. El Postboom y la actualidad hasta 1990.
Antecedentes.

Proceso que lleva a la ruptura con la tradición literaria.

La literatura latinoamericana del siglo XVIII y XIX se caracteriza por ser un reflejo de la europea. Así el siglo XX manifestará una ruptura en cuanto a dicho reflejo con una expresión original en función de las manifestaciones literarias europeas y mundiales. El comienzo de siglo, de esta forma, preparará una eclosión para la década del 40'.
SIGLO XVII y XVIII. Las manifestaciones literarias eran crónicas históricas y sociales. No se había desarrollado aún el género novelístico de costumbres. Postulan la influencia de las Nuevas Ideas de autores franceses del siglo XVIII.
SIGLO XIX. La expresión de la Novela Romántica de la época se expresa en tres vertientes:
  1. la novela costumbrista sentimental. Es la expresión amorosa e idealista. En Colombia, Jorge Isaacs escribe “María”, novela sentimental de corte autobiográfico que relata el amor de un joven israelita y una joven colombiana.
  2. la novela costumbrista histórica. Es la expresión de hechos históricos, de clases y grupos opositores. El argentino Domingo Faustino Sarmiento escribe “Facundo”, relato de episodios de la Guerra Grande, protagonizado por el caudillo Facundo Quiroga. Se expresa la contradicción vivida en el Río de la Plata: civilización y barbarie.
  3. la novela de la reforma social. Es la expresión de una literatura que presta atención a la necesidad de reformas políticas y sociales. El pensamiento de la época se ve, de esta forma, más claramente no tanto en las novelas sino en los ensayos con exponentes como el cubano José Martí y el peruano José Carlos Mariátegui.
SIGLO XX. EL MODERNISMO.

Se desarrolla aproximadamente entre 1900 y 1920. Se detiene especialmente en la poesía, siendo el primer movimiento originario de América en materia literaria. Se caracterizó por su ambigua rebeldía creativa, su refinamiento narcisista y aristocrático (rehuyen a la realidad cotidiana), una profunda renovación estética del lenguaje (helenismo y cultismos) y la métrica (estrofas clásicas y variación de moldes métricos) y el culturalismo cosmopolita. Su principal propulsor y representante fue el poeta nicaragüense Rubén Darío.
La novela modernista, por su parte, no alcanzó el prestigio que caracterizó a la poesía de este movimiento pero cuenta con un representante uruguayo: Carlos Reyles.

Primera etapa - Novela Realista.

  1. NARRATIVA REGIONALISTA. Características generales:
    -los personajes de la historia se encuentran unidos a la tierra que habitan (selva, sabana).
    -se postula una gran capacidad para descubrir una realidad inmediata.
    - la naturaleza aparece como una fuerza dominadora, se expresa por ello una sobrevaloración del paisaje. Aparece en esta literatura como destructora y descontrolada, lo cual marca la oposición con los románticos que la idealizan.
    -también aparece el planteo del conflicto social del hombre: civilización-barbarie.
Cada región, por su parte, se expresa en función de los acontecimientos que vive:
La revolución mexicana.
Su iniciador es Mariano Azuela con “Los de abajo” (1916). Es un testimonio de la revolución mexicana. Hacia 1932, José Rubén Romero publicará “Apuntes de un hogareño”
La selva.
Desde Colombia Eustasio Rivera escribe “La Vorágine”, siendo la mayor expresión en cuanto al dominio del paisaje que se expresa en el tema de la anulación del hombre bajo el peso de la naturaleza.
El gaucho argentino.
Ricardo Güiraldes expresa el hastío de la ciudad y el amor por la libertad del campo, así como el deseo de forjar una conciencia de auténtica nacionalidad. Su obra fundamental fue “Don Segundo Sombra” (1926), donde aparece la vida libre del gaucho.
El llano.
En Venezuela, Rómulo Gallegos, quien ejerció como maestro y fue presidente en 1948, escribió “Doña Bárbara” (1929), donde se expresan “tipos” de una sociedad hispanoamericana, la problemática socioeconómica y la oposición civilización-barbarie.
  1. NOVELA INDIGENISTA. Comparte con el regionalismo la búsqueda en la tierra propia de elementos significativos, pero se diferencia en que se hinca en la problemática específica del indio en Latinoamérica tomada desde un punto de vista socioeconómico.
    Algunas obras representativas:
    Raza de Bronce” de Alcides Arguedas, 1919. Dice Alberto Zum Felde en “La narrativa hispanoamericana”: “...Es en esa relación hombre y paisaje que la realidad telúrica alcanza su expresión y su sentido -en la cual se siente cómo el alma de la cordillera está en el indio, y cómo el blanco es en ella un extraño, atento sólo al provecho de la explotación...”
    Huasipungo” de Alcides Arguedas, 1934. La acción gira en torno a la expulsión de los indios huasipungos por parte del brutal propietario quien prepara el terreno para que lo ocupe una compañía extranjera.
    La serpiente de oro” de Ciro Alegría, Perú, 1935. Trata de los cholos balseros del río Marañón.
Tendencia neo-indigenista.
Se distingue por desear no sólo mostrar el conflicto social del indio, sino su interioridad y su mundo mágico (sensibilidad, lenguas y creencias).
Algunos autores representativos:
Miguel Ángel Asturias: mitos y folklore del indio guatemalteco.
Ciro Alegría: “El mundo es ancho y ajeno”. (1941).
José María Arguedas: “Yaguar-fiesta” (1941), “Los ríos profundos” (1958), “Todas las sangres” (1961).
Se cerrará un ciclo donde se muestra la condición de explotado del indio.

Segunda etapa - La Nueva narrativa.

Esta nueva literatura no evoluciona como un corte abrupto en los años cuarenta, sino que deviene de un proceso de la literatura que lo precedió. Comienza en los años cuarenta como una renovación de las formas narrativas sustituyendo los ámbitos rurales por los medios urbanos, incorporando aspectos irracionales como influencia del Surrealismo. El auge se da hacia los años 60', constituyendo una renovación radical de la narrativa, consolidándose el REALISMO MÁGICO Y REALISMO FANTÁSTICO (formulándose el pasaje de lo onírico de los surrealistas a la realidad cotidiana que es maravillosa y nueva).
Causas que llevaron a su expresión:
  1. La caída del régimen democrático en España en 1939, con la toma del poder del dictador Francisco Franco. Esto condena a los españoles a la emigración hacia América , especialmente países como Méjico y Argentina, y constituye el efecto dinamizador de los ámbitos culturales.
  2. La interrupción de producción y publicación de libros y revistas a causa de la explosión de la Segunda Guerra Mundial. Esta obstaculización de manifestación espontánea de cultura provoca que América Latina manifieste su apertura a las producciones literarias.
  3. Las ciudades como centro de vida, el crecimiento del mercado y el aumento de la matrícula en la enseñanza secundaria fomentan el acceso y el interés en las obras literarias; es la masificación del acceso a la producciones estéticas.
  4. La influencia de innovadores literarios ingleses, franceses, alemanes y norteamericanos.
    Kafka - Borges.
    Faulkler - Onetti.
    Joyce – Cortázar.
  5. El impacto del Surrealismo: el gusto por lo irracional, lo onírico y el azar. Dicha influencia dota al narrador de una visión desintegradora de la realidad.
  6. Declive de la novela tradicional en América.
Los escritores reconocen los contenidos culturales regionalistas, buscando formas más modernas para adaptarse a nuevas estructuras. Como integrantes de la clase media y del medio urbano, conforman un grupo de intelectuales. Buscan desenmascarar la realidad social y tienen una actitud de estar abiertos a lo extranjero. Buscan también la comprensión activa del lector postulándolo como un recreador de la obra.
Estos rasgos pautan los conflictos que viven los escritores: lengua escrita – habla, regionalismo – universalismo.
Los creadores literarios van manifestando paulatinamente la expresión de innovaciones técnicas y temáticas en cuanto a la narrativa que hacen eclosión hacia la década del 60':
  1. La desintegración lógica y lineal del relato a través de las fracturas del orden cronológico de los sucesos de la historia y a través de la introducción de espacios imaginarios, de dimensiones múltiples y simultáneas. (Técnica observada en “Una rosa para Emily” de Faulkner).
  2. Reemplazo del narrador omnisciente en tercera persona por narrador en primera o segunda persona o narradores múltiples.
  3. Despliegue constante de las perspectivas interiores y diversas de los personajes, lo cual produce la multiplicidad de significados para su caracterización convirtiéndolos en personajes ambiguos.
  4. En lo temático se postula la frecuente utilización de motivos vinculados con la mitología silúrica, prehispánica o puramente indígena. Por otro lado, la ruptura con viejos tabúes morales como el incesto, la sodomía, la masturbación y la homosexualidad.
En esta nueva narrativa que aborda la realidad como proceso desintegrador, se postulan dos vertientes:
  • El Realismo mágico que considera que el misterio debe desentrañarse de la propia realidad, la magia está en la naturaleza y hay que salir a buscarla.
  • El Realismo fantástico que profundiza la realidad explorándola desde la ficción.
En el realismo fantástico se agrega un “ingrediente ilusorio o fantasioso”. El realismo mágico es una tendencia que se orienta a develar o por lo menos a intuir el misterio oculto detrás de la propia realidad circundante y extraer de ella una posibilidad expresiva del arte.
Rodríguez Monegal afirma que son formas distintas de ahondar la realidad apuntando a un mismo contexto: el americano.

REALISMO MÁGICO.

El término “Realismo mágico” nace con la intención de señalar la crisis del realismo que la composición narrativa mostraba. Por otro lado, intenta marcar las complejidades temáticas y formales determinadas por los cambios profundos que una nueva visión de la realidad obligaba a adoptar. Es un cambio en la visión del mundo, en una forma nueva de captar la realidad.
En la frase “Realismo mágico” convergen dos términos aparentemente opuestos que conforman un oxímoron. Simbolizan el choque de dos tiempos narrativos opuestos en Latinoamérica: el pasado y el futuro. Así confluyen el mundo de lo fantástico, de lo irracional y el mundo de lo real, objetivo y racional. Las siguientes consideraciones marcan estas diferencias:
El plano de lo mágico en la composición narrativa es la respuesta del hombre marginado frente a las dictaduras o frente a las sociedades represivas.
Se pretende desentrañar el misterio oculto en la realidad, no anclándose en la realidad misma. Por esto el escritor se enfrenta a ella y la desentraña; refleja un espíritu lúdico que hace irrupción en la vida cotidiana: busca una realidad desde lo posible donde lo soñado y lo imposible se entremezclan.
La fórmula del Realismo mágico llega a América a manos del crítico alemán Franz Roh con su obra “Realismo mágico – post-expresionismo” (1925), publicación que se remitía a la pintura; con este término se definirá dicho movimiento. Roh afirma en la “Revista de Occidente” en 1927 que: “la palabra mágico en oposición a mítico no desciende de lo representado, sino que se oculta tras de ello”.
Los autores más representativos del movimiento son:
  • Miguel Ángel Asturias. Guatemalteco. Obra “Hombres de maíz” (1949). Es un retrato sobre la explotación colonialista, así como de las antiguas costumbres y fantásticas creencias de los indígenas.
  • Alejo Carpentier. Cubano. “Reino de este mundo” (1949). En el prólogo de esta obra sobre la revolución haitiana describe su concepción sobre lo “real maravilloso”.
  • Juan Rulfo. Mexicano. “El llano en llamas” (1953) y “Pedro Páramo” (1955). En sus relatos los personajes y paisajes son reales, remitidos a una realidad cotidiana, pero cargados de proyecciones míticas y simbólicas.
  • Gabriel García Márquez. Colombiano. “Cien años de soledad” (1967). Es un referente del Realismo mágico.
Lo real maravilloso para Alejo Carpentier.
En el Prólogo de “Reino de este mundo” hace referencia a lo maravilloso (como ya se mencionó anteriormente). Postula que la realidad propia latinoamericana participa de elementos maravillosos. Expresa: Lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge una inesperada alteración de la realidad (el milagro) de una revelación privilegiada y favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad”.

REALISMO FANTÁSTICO.

La segunda vertiente que supone la Nueva narrativa es el “Realismo fantástico”. Julio Cortázar habla de una “noción” o “sentimiento” de lo fantástico. Para él no puede haber un disloque entre lo fantástico y lo real: “lo fantástico mío irrumpe en lo cotidiano y es lo cotidiano además”. En sus cuentas crea un entorno cotidiano en el cual integra el hecho fantástico.
Por lo general, cuando pensamos en los cuentos fantásticos nos imaginamos escenarios hechos de casas embrujadas, cortinas que se mueven, pantanos, lugares desérticos azotados por el viento. Cortázar rechaza este tipo de cuentos donde hay “una especie de full-time de lo fantástico, invadiendo la casi totalidad del escenario con gran despliegue de cotillón sobrenatural. En esto se da una ausencia total de instalación en las circunstancias ordinarias. También rechaza el extremo opuesto, que se da “en los malos cuentos fantásticos, donde el elemento extraordinario se introduce como una cuña en lo cotidiano”.
Escritores representantes del Realismo fantástico y obras que los identifican:
  • Jorge Luis Borges. Argentino. Iniciador de fundamental importancia, crea fábulas inverosímiles para mostrarnos que bajo el pretendido orden del mundo subyace el caos. No evade la realidad sino que la profundiza. Borges busca en sus ficciones revelar una realidad que no perciben los sentidos. “Historia universal de la infamia” (1935), “Ficciones” (1944), “El aleph” (1949), “El libro de arena” (1975).
  • Julio Cortázar. Argentino. “Rayuela” (1963), obra trascendental de la literatura hispanoamericana que promueve la posibilidad de distintas lecturas (la lineal del relato o un orden alternativo postulado por el autor).
El crítico y teórico Tzvetan Todorov diferencia lo fantástico de lo maravilloso en “Introducción a la literatura fantástica”. Ante un suceso imposible de explicar por leyes naturales, el que percibe el acontecimiento (personaje por un lado y lector por otro), debe optar por dos soluciones posibles:
  1. Todo es producto de la imaginación y las leyes del mundo siguen siendo las mismas,
  2. El suceso se produjo realmente y entonces la realidad está regida por leyes que ignoramos.
Al elegir una de estas posturas o respuestas se abandona el campo de lo fantástico. La respuesta uno implica entrar en lo “extraño”, los sucesos son pasibles de una explicación “natural”. La respuesta dos implica entrar en lo “maravilloso”, porque requiere entrar en una explicación “sobrenaturalad”.
La posibilidad de vacilación entre ambas respuestas, la primera de ellas por causas naturales y la segunda de una explicación por causas sobrenaturales, crea el efecto fantástico.
La vacilación del lector es condición esencial de lo fantástico para Todorov. A veces esta vacilación es compartida por algún personaje; entonces está representada, y se convierte en uno de los temas de la obra.
Lo fantástico es evanescente, más que un género autónomo se halla en el límite de dos géneros: lo “extraño” y lo “maravilloso”.
Todorov afirma: “Lo fantástico sólo dura el tiempo de la vacilación, común a lector y personajes, quienes deben decidir si lo que ven es natural o sobrenatural”. Si deciden explicar el hecho narrado por la vía de lo “extraño”; por ejemplo, cuando hay una explicación del hecho extraordinario: pensar que lo narrado es un sueño o producto de la droga, o de la locura, etc.. En lo “extraño” lo extraordinario se explica y la “realidad queda intacta”.
Si en cambio las leyes naturales no explican el fenómeno, se está ante lo “maravilloso”. Los elementos sobrenaturales no provocan ninguna reacción en los personajes ni en el lector, son aceptados, por ejemplo, los cuentos de hadas, los relatos de ciencia ficción, etc.
En conclusión, la vacilación y la evanescencia son dos elementos son dos elementos que determinan lo fantástico.
Además de caracterizar, Todorov agrupa los temas de lo fantástico en:
  • Temas del yo: la metamorfosis, ruptura de los límites del sujeto-objeto, multiplicación física de las personas, transformación de las categorías espacio-temporales.
  • Temas del tú: relacionados con el sexo, las distintas formas del deseo erótico.
Otras posiciones sobre lo fantástico.
  • LOUIS VAX asocia lo fantástico con la capacidad de producir horror o miedo: “el arte fantástico debe producir errores imaginarios”. El narrador LOVECRAFF, quien cultivó el género, opina que el elemento distintivo de lo fantástico sería la capacidad de generar el
    miedo. No son estos conceptos aplicables a lo fantástico en Cortázar. Sin embargo, para Todorov, el miedo no es condición necesaria de lo fantástico.
  • ROGER CALLOIS diferencia lo maravilloso de lo fantástico: “El universo de lo maravilloso está naturalmente poblado de dragones, de unicornios y de hadas; los milagros y las metamorfosis son allí continuos; la varita mágica es de uso corriente... En lo fantástico, al contrario, lo sobrenatural aparece como una ruptura de la coherencia universal. El prodigio se vuelve aquí una agresión prohibida amenazadora, que quiebra la estabilidad de un mundo en el cual las leyes hasta entonces eran tenidas por rigurosas e inmutables”.
Otras corrientes literarias a partir de 1940.

Realismo crítico urbano. Tiene como representantes a Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti y Ernesto Sábato. Exploran formas de pensamiento y sensibilidad a partir de lo que genera la vida en las ciudades, caracterizándose por censurar el medio en el que viven.
Transcultores* narrativos. Son defensores de las tradiciones y el folklore intentando rescatar las culturas regionales y tratando mediar entre la tradición y la modernización. Tiene como representantes a Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa.
Transculturación: “Recepción por un pueblo o grupo social de formas de conducta procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias”. (Diccionario de la Real Academia Española).

EL BOOM LITERARIO.

La palabra “Boom” se considera como el alza brusca de las ventas de un producto. Este es el fenómeno que consagra la literatura latinoamericana
Roger Callois afirma en 1965 en “Le Monde”: “La literatura del mañana, como la literatura rusa fue la gran literatura de finales de siglo pasado y la norteamericana de los años 25-40; ahora ha sonado la hora de América Latina”.
Los años 60' constituyen el BOOM, la masiva divulgación en todo el mundo occidental de numerosas obras de los nuevos narradores latinoamericanos. Causan un impacto en un muy breve lapso de tiempo. Su importancia radica en que entra y se abre al mundo. Pueden determinarse como causas del Boom las siguientes:
  1. La publicidad y el cine como medios de difusión; el desarrollo urbano y la masificación de la educación.
  2. La búsqueda de identidades nacionales en los países latinoamericanos.
  3. La actitud crítica de los escritores que se oponen a los gobiernos represivos y consagran un carácter contestatario en cuanto al sistema establecido.
  4. La actitud de las editoriales latinoamericanas que se vuelcan hacia los productos nacionales.
Los principales representantes del Boom fueron: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Jorge Luis Borges. Se agregan a ellos: Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Joao Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti, Carlos Fuentes y Juan Rulfo.

Tercera etapa - El postboom.

La nueva generación que consagra el POSTBOOM, considera que el movimiento fantástico de los 60' es excesivamente literario. Se rechazará, entonces, el Realismo Mágico y se buscará recuperar el Género Policial. Si bien muchos autores conforman las dos etapas, se presentan nuevos materiales para esta nueva etapa. El mexicano Salvador Elizondo con “Farabeuf o la crónica de un instante” (1965) y el colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán con “Los felinos del canciller” (1987).
Los escritores ya no pretenden general conciencia sino que se ahincan en posturas intelectuales. En cuanto a lo discursivo, se adoptan expresiones coloquiales y populares, además de incorporarse lenguajes fronterizos en la composición debido a los exilios.

Jorge Luis Borges: su narrativa.




La primera etapa de su vida como escritor es esencialmente lírica. Su primer libro de poesía se llama “Fervor de Buenos Aires”. En esta etapa rescata una poesía ciudadana y, sobre todo, se rinde culto a sí mismo. A partir de la década del 30 se dedica sobre todo al ensayo, escribe sobre los clásicos y paralelamente comienza a editar cuentos. Será en esta línea narrativa donde obtenga sus mayores logros. Borges en sus primeras etapas pasó por el movimiento de vanguardia llamado Ultraísmo. Luego recibió influencia expresionista. El Expresionismo en literatura transmite una percepción deformada de la realidad volcando una visión subjetiva en la escritura; muestra perfiles exagerados, distorsionados rasgos, puede sintetizar en tres escenas la vida del hombre. En gran parte de sus obras aborda lo fantástico.
Temas de sus obras:
Uno de los temas es la cultura y lo intelectual, donde aparece la filosofía, la historia, la teología, la literatura. En sus obras él investiga y esa investigación lo lleva a una teoría que se vuelve tema o apoyo para los argumentos de sus relatos. Por lo tanto exige del lector un gran esfuerzo. Borges juega con el lector con citas de autores apócrifos o desconocidos y presenta situaciones imposibles. Es un escritor erudito.
Otro de sus temas es la búsqueda del sentido del universo y junto a éste van de la mano el tema del tiempo, el de la materia, el de la identidad del hombre, el de la existencia de Dios. En definitiva, el tema del conocimiento es la esencia porque Borges quiere comprender qué es la realidad. Plantea que es imposible conocer todo. En los diversos sistemas filosóficos como en las proposiciones metafísicas hay otras formas que se le ofrecen al intelecto para llegar a la realidad del universo.
Ante la imposibilidad de conocer la verdad el hombre se asombra y Borges lo único que puede rescatar es el valor estético que tienen las teorías a las que el hombre ha llegado. Se plantea así su escepticismo frente a la validez de las hipótesis teológicas, metafísicas, etc. Borges se dedica por esto a mostrar la belleza de las teorías y los mitos, es decir, de aquellas cosas en las que no puede creer.
Otro tema es el concepto del infinito. Lo que rige al hombre es el espacio-tiempo. Presenta al tiempo y al espacio como conceptos que el hombre no puede llegar a abarcar. Es el infinito. Éste es inabarcable para la razón, es un enemigo del hombre y es capaz de deshacer la razón humana.
Borges también trabaja el concepto de lenguaje. Dice que el hombre ha creado el lenguaje para ordenar su pensamiento, pero como el lenguaje es dinámico, no es hábil para razonar lo eterno. Desde el punto de vista filosófico sostiene que “es aventurado pensar que una combinación o coordinación de palabras pueda parecerse mucho al Universo”, por lo tanto la filosofía no sirve para explicarlo. Es un modo falso para investigar. Lo mismo sucede con la historia ya que la historia que presentan los textos es falsa; opera sobre una realidad misteriosa y el hombre no está apto para determinar qué es lo fundamental y qué lo accesorio. Otra disciplina es la teología: “todo hombre culto es un teólogo, y para serlo no es indispensable la fe”. Lo paradójico en Borges es que, invalidado el razonamiento, razona constantemente; por lo tanto no puede aceptar por la fe aquello que rechaza su razón. Y la teología se estudia desde la razón.
El mundo de Borges es el de la irrealidad. El mundo en que creemos vivir es irreal. Él ataca la consistencia del mundo creado por los hombres, el que nos enseñan los textos, aquel que ordenan científicos, filósofos y teólogos; éste es un orbe aparente con un orden aparente y se desvanece ante el contacto con su mismo instrumento de ordenación: la razón, que nos pone ante la evidencia del peligroso concepto del infinito. La realidad que se nos ofrece ordenada es una ilusión, este primer mundo es irreal. Tras este mundo irreal subsiste otro que sí es real, pero su sentido se desconoce porque el hombre no accede a él. La conclusión es que el Universo resulta impenetrable para el ser humano.

Obra "El libro de arena" (1975): relatos.



Cuento "El libro de arena" de su obra "El libro de arena".

...thy rope of sands...
George Herbert (1593-1623)
La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes... No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico.
Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano. Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Todo su aspecto era de pobreza decente. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano. En seguida sentí que era extranjero. Al principio lo creí viejo; luego advertí que me había engañado su escaso pelo rubio, casi blanco, a la manera escandinava. En el curso de nuestra conversación, que no duraría una hora, supe que procedía de las Orcadas.
Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.
-Vendo biblias -me dijo.
No sin pedantería le contesté:
-En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta.
Al cabo de un silencio me contestó:
-No sólo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese. Lo adquirí en los confines de Bikanir.
Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos. Lo examiné; su inusitado peso me sorprendió. En el lomo decía Holy Writ y abajo Bombay.
-Será del siglo diecinueve -observé.
-No sé. No lo he sabido nunca -fue la respuesta.
Lo abrí al azar. Los caracteres me eran extraños. Las páginas, que me parecieron gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. El texto era apretado y estaba ordenado en versículos. En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas. Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración, como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.
Fue entonces que el desconocido me dijo:
-Mírela bien. Ya no la verá nunca más.
Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz.
Me fijé en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí.
En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja. Para ocultar mi desconcierto, le dije:
-Se trata de una versión de la Escritura en alguna lengua indostánica, ¿no es verdad?
-No -me replicó.
Luego bajó la voz como para confiarme un secreto:
-Lo adquirí en un pueblo de la llanura, a cambio de unas rupias y de la Biblia. Su poseedor no sabía leer. Sospecho que en el Libro de los Libros vio un amuleto. Era de la casta más baja; la gente no podía pisar su sombra, sin contaminación. Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen principio ni fin.
Me pidió que buscara la primera hoja.
Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro.
-Ahora busque el final.
También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:
-Esto no puede ser.
Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:
-No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita aceptan cualquier número.
Después, como si pensara en voz alta:
-Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo.
Sus consideraciones me irritaron. Le pregunté:
-¿Usted es religioso, sin duda?
-Sí, soy presbiteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico.
Le aseguré que nada tenía que reprocharse, y le pregunté si estaba de paso por estas tierras. Me respondió que dentro de unos días pensaba regresar a su patria. Fue entonces cuando supe que era escocés, de las islas Orcadas. Le dije que a Escocia yo la quería personalmente por el amor de Stevenson y de Hume.
-Y de Robbie Burns -corrigió.
Mientras hablábamos, yo seguía explorando el libro infinito. Con falsa indiferencia le pregunté:
-¿Usted se propone ofrecer este curioso espécimen al Museo Británico?
-No. Se le ofrezco a usted -me replicó, y fijó una suma elevada.
Le respondí, con toda verdad, que esa suma era inaccesible para mí y me quedé pensando. Al cabo de unos pocos minutos había urdido mi plan.
-Le propongo un canje -le dije-. Usted obtuvo este volumen por unas rupias y por la Escritura Sagrada; yo le ofrezco el monto de mi jubilación, que acabo de cobrar, y la Biblia de Wiclif en letra gótica. La heredé de mis padres.
-A black letter Wiclif! -murmuró.
Fui a mi dormitorio y le traje el dinero y el libro. Volvió las hojas y estudió la carátula con fervor de bibliófilo.
-Trato hecho -me dijo.
Me asombró que no regateara. Sólo después comprendería que había entrado en mi casa con la decisión de vender el libro. No contó los billetes, y los guardó.
Hablamos de la India, de las Orcadas y de los jarls noruegos que las rigieron. Era de noche cuando el hombre se fue. No he vuelto a verlo ni sé su nombre.
Pensé guardar el Libro de Arena en el hueco que había dejado el Wiclif, pero opté al fin por esconderlo detrás de unos volúmenes descalabrados de Las mil y una noches.
Me acosté y no dormí. A las tres o cuatro de la mañana prendí la luz. Busqué el libro imposible, y volví las hojas. En una de ellas vi grabada una máscara. En ángulo llevaba una cifra, ya no sé cuál, elevada a la novena potencia.
No mostré a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agregó el temor de que lo robaran, y después el recelo de que no fuera verdaderamente infinito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía.
Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. Examiné con una lupa el gastado lomo y las tapas, y rechacé la posibilidad de algún artificio. Comprobé que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fui anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron. De noche, en los escasos intervalos que me concedía el insomnio, soñaba con el libro.
Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la realidad.
Pensé en el fuego, pero temí que la combustión de un libro infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo al planeta.
Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es un bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca Nacional, que guarda novecientos mil libros; sé que a mano derecha del vestíbulo una escalera curva se hunde en el sótano, donde están los periódicos y los mapas. Aproveché un descuido de los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los húmedos anaqueles. Traté de no fijarme a qué altura ni a qué distancia de la puerta.
Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México.




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